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Trasplante de médula

Un trasplante de médula ósea puede tener un rol importante en el tratamiento de determinados tipos de cáncer, como ciertas clases de leucemia, mieloma múltiple y algunos linfomas. A pesar de sus riesgos, los trasplantes de médula ósea han ayudado a muchas personas a ganar una batalla contra el cáncer que de cualquier otro modo habrían perdido.

Nuestros expertos en distintas especialidades trabajan en equipo para indicar, planificar y realizar un trasplante de médula ósea: onco-hematólogos, oncólogos clínicos, radioncólogos y laboratoristas, entre otros. Este es un tratamiento que realizamos en conjunto con SANNA/Clínica San Borja, única institución médica privada con autorización para realizar trasplantes de médula ósea en el país.

La primera etapa del proceso se realiza en la sede central de ALIADA. Luego el tratamiento continúa bajo la dirección de la Unidad de Trasplante de Progenitores Hematopoyéticos de la Clínica, cuyos especialistas forman también parte de nuestro equipo médico.

De acuerdo a los estándares internacionales en estas intervenciones, la Unidad de Trasplante cuenta con habitaciones dotadas de sofisticados sistemas de aislamiento para crear un ambiente completamente estéril. Estos espacios, denominados también «habitaciones burbuja», tienen sistemas especiales de filtrado, presión y circulación del aire que garantizan el 100% de su pureza, depurándolo de bacterias, hongos y virus. Medidas de prevención de infecciones protocolizadas, entre otros detalles sanitarios, aseguran el aislamiento que la vulnerabilidad temporal de un paciente de trasplante requiere.

La decisión de someterse a un trasplante de médula ósea puede resultar difícil. Nuestros profesionales evalúan los probables beneficios y riesgos antes de indicarlo como opción de tratamiento, comunicando claramente al paciente los resultados que podría esperar de esta intervención. Los factores que más influyen en los riesgos que enfrentará un paciente son: su edad y estado de salud, la etapa de su enfermedad, el tiempo transcurrido desde su diagnóstico, el tipo de donante y su grado de compatibilidad.

Si desea saber más sobre las opciones o combinaciones de este tratamiento que pueden aplicarse en un tipo de cáncer determinado, indique el tipo de cáncer de su interés:

Nota: Si su interés en este tratamiento nace por un diagnóstico reciente de cáncer o porque debe iniciar un programa de quimioterapia sin haber decidido todavía dónde atenderse, le sugerimos visitar también nuestra sección de como empezar.

Sobre el trasplante de médula ósea

La médula ósea es una zona esponjosa dentro de algunos huesos a la que muchas veces llamamos tuétano (no debe confundirse con la médula espinal, localizada en la columna vertebral) En ella se alojan y se dividen las células «progenitoras» que producen las células sanguíneas que necesitamos para mantenernos vivos: glóbulos rojos, blancos y plaquetas.

El trasplante se lleva a cabo para reponer las células de la médula ósea que han sido destruidas por altas dosis de quimioterapia o radioterapia, planificadas como parte del proceso de trasplante para aumentar su eficacia contra las células cancerosas. Las células destruidas son sustituidas por un tejido nuevo a partir de células «madre» (hematopoyéticas, productoras de sangre) que pueden encontrarse en: i) la médula ósea, ii) en la sangre periférica o iii) en la sangre del cordón umbilical. Por eso, es también llamado trasplante de células madre hematopoyéticas.

Las células madre pueden provenir:

  • Del mismo paciente (autotrasplante o trasplante autólogo).
  • De un donante compatible (alotrasplante o trasplante alogénico).
  • De un hermano gemelo o trillizo idéntico (singénico).

Cada tipo de trasplante (autólogo, alogénico o singénico) tiene ventajas y desventajas que también pueden variar según el lugar del que se obtengan las nuevas células madre (médula ósea, torrente sanguíneo o cordón umbilical).

En un trasplante alogénico, un factor muy importante –además de otros como la edad, el estado de salud, y la etapa de la enfermedad– es la compatibilidad del donante. Esta compatibilidad es mayor cuando donante y paciente comparten los mismos antígenos leucocitarios humanos (HLA, por sus siglas en inglés), que son receptores en la superficie de las células que permiten identificar a otras células como propias o extrañas. A mayor compatibilidad, será más probable restaurar en el paciente la capacidad de respuesta inmunológica ante cualquier agente patógeno y también ante las células cancerosas para evitar que la enfermedad reaparezca.

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